Belén de los Andaquíes (Caquetá).
Domingo 13 de marzo de 2016
Desde la pasada Vitrina Turística de Anato tenía muchos deseos de conocer este municipio caqueteño, que fue muy promocionado en Bogotá, por sus atractivos de naturaleza.
Con razón a Belén de los Andaquíes se le conoce como la ‘Capital Turística del Caquetá’.
Belén significa ‘Pan del Cielo’, y Andaquíes, por los pobladores indígenas de la región que se hicieron sedentarios en esas tierras fértiles.
En lengua aborigen, la palabra Andaquíes significa ‘Casa del Sol’.
Desde hace tiempo, esta localidad caqueteña recibió el premio como el pueblo con el nombre más bonito de todos los municipios colombianos.
Y sí, al pronunciarlo da la sensación de ser algo muy bueno, combinado con algo mejor y le deja a uno un saborcito rico en la boca. Je je.
Cuentan además que los primeros pobladores de Belén hablaban alemán, tenían tez color zapote, ojos azules y eran bastante acuerpados. Vaya uno a saber qué de cierto hay en todo eso.
Belén de los Andaquíes es un pueblo localizado entre dos ríos: el Pescado y el Sarabando.
Se trata de un municipio con una gran riqueza hídrica y paisajística. En su territorio, especialmente en las veredas, abundan los destinos de naturaleza: baños termales, reservas biológicas, cascadas, balnearios de río.
Hoy me encuentro un pueblo atractivo, con una iglesia sencillas pero bien, dedicada a los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Detrás del templo está el colegio. También hay una buena Biblioteca con instalaciones modernas, en el centro de la localidad.
La plaza es plana y bastante amplia. En el parque crecen jardines bien cuidados y una gran ceiba da sombra alrededor.
Un monumento al pescador adorna el espacio público.
El centro administrativo municipal, se encuentra también en el marco de la plaza central.
A un lado del parque se ubican algunas ventas, en una de ellas compro un aborrajado muy sabroso.
Aquí habitan en total once mil belemitas. La mitad en el campo y la otra mitad en el pueblo. El alcalde hasta el 2019 es el joven Edilmer Leonardo Ducuara Cubillos.
Por $3.000 contrato a Clímaco, un moto-taxista quien me subió hasta la Base Militar Centauro, ubicada en un alto al occidente.
Desde allí se observa bien el casco urbano de Belén, pero hoy la tarde está nublada, así que no fue muy clara la vista desde ese sitio.
Y claro, al momento vinieron tres soldados a investigarme, pedirme documentos y demás. Al final quedaron inquietos para visitar mi blog a la primera oportunidad.
Por este mismo sector está el Santuario de Las Lajas, una capilla pequeña donde se venera la imagen con esa advocación de la Virgen.
Lo más bonito es el sendero ecológico, sembrado de nogales jóvenes y limitado con piedras. Está agradable el sitio, ojalá lo conserven así.
Mientras esperaba a mi conductor, quien quedó de regresar por mí en 20 minutos, saludé al amo de una hermosa mula de doce años, llamada ‘Silvia’.
El hombre me cuenta que en promedio un animal de estos dura entre 25 y 30 años.
Esta vez sólo me faltó conocer el Monumento al último Andakí, obra el escultor Emiro Garzón.
Al momento de regresar a la plaza de Belén, salía un camión escalera con destino Morelia.
Lo abordé de inmediato para aprovechar ese transporte en el que pocas veces he montado.
La amortiguación no es la misma de un bus, y el acceso no es fácil, pero la ventilación sí es abundante.
