Armenia (Antioquia).
20 de febrero de 2016
Me encanta ‘El Balcón del Occidente’ como se le llama a Armenia ‘Mantequilla’, y desde hace días quería regresar a este pueblo con tantos miradores.
¿A qué se debe el apelativo?
El nombre de Armenia se le colocó al municipio porque a los primeros pobladores, los cerros que rodean el lugar se le parecieron al monte Ararat donde, según la leyenda bíblica, vino a parar el Arca de Noé y ese sitio queda en la república de Armenia, en el Asia Menor.
Y lo de ‘Mantequilla’ se debe a los árboles de Yarumo que, con sus hojas plateadas se parecían a una gran bola de grasa animal.
El viaje entre Medellín y Armenia dura dos horas y media. El bus pasó a tiempo por el centro de Itagüí: un carro grande, de ventanas y parabrisas panorámicos.
Se llega a San Antonio de Prado y en el alto El Chuzcal viene el descenso hasta Pueblito, un corregimiento de Heliconia.
La bajada continúa hasta Guamal y después La Quiebra; de ahí a nuestro destino, son solamente 20 minutos en ascenso.
Ya por este sector hay paisajes de ensueño, especialmente en la vereda Palmichal, Cuatro Esquinas y la entrada al único corregimiento de Armenia, llamado ‘La Herradura’ que recorrí a pie algún día.
Un señor vendía aguacates a $800 en pleno parque de Armenia. Ese fue mi desayuno, al llegar.
En seguida a visitar la Alcaldía, en el marco de la plaza, muy iluminada ahora por el sol brillante que hace esta mañana.
En su interior hay geranios florecidos. Todos los años se celebran acá las ‘Fiestas del Geranio’, durante el primer puente de noviembre.
Un pueblo que pierde habitantes.
Por la secretaria del Concejo me entero que Armenia tiene nueve ediles, muchos, creo yo, para un pueblo de solo cinco mil habitantes, de los cuales, 3.500 son campesinos.
En alguna época este municipio llegó a tener 12 mil armenios en su territorio.
Desde cuando se cambiaron los cultivos de café por pastizales que cuida una sola persona, la gente se quedó sin trabajo y salió del pueblo a buscar futuro en otras partes.
Fuera de que ahora los jóvenes ya no quieren trabajar la tierra, sino que buscan oportunidades de otro tipo en los centros urbanos.
Al alcalde lo conocí por casualidad cuando entré a la Casa de la Cultura en búsqueda del director, de quien me habían dicho que se llamaba Alexander. Al verlo lo saludé:
‘Oiste, ¿Vos sos Alexander?’
No, yo soy el alcalde…’
Ja ja ja. Lo mismo que me ocurrió la otra vez en Santo Domingo. Menos mal el burgomaestre resultó ser una persona amable.
Qué ver en Armenia.
El Centro Cultural tiene una vista privilegiada sobre la carretera que viene de Medellín y el pueblo de Titiribí, tan de mis afectos.
Desde la parte trasera también se divisa la punta del Cerro Tusa.
En seguida visité la Biblioteca que donó el gobierno del Japón. Sí, unas instalaciones y dotación de maravilla, pero pocos lectores.
Es que el hábito de la lectura se aprende más de papás lectores o programas muy específicos y de largo alcance con los niños.
Lo que sí funciona muy bien en Armenia, es el grupo de la tercera edad. En el coliseo, en donde estuve luego de conocer el ancianato, había como 35 personas mayores haciendo gimnasia, más que todo mujeres claro, y dirigidas por un profesor con mucha vocación.
También fotografié la fuente en el centro del parque y la muy sencilla y pintoresca escultura a la Madre, en la que los tres personajes allí representados tienen gestos hermosos: los pies empinados de la niña, la manito que intenta alcanzar la cara de la mamá y los pies cruzados de la madre.
Los habitantes de esta comarca viven muy orgullosos de su iglesia ‘tan hermosa’.
Con suficiencia cuentan que es de los pocos templos que exhibe el escudo pontificio al ingresar a la ermita y destacan los tres Arcos del Rey David que hay a la entrada y que solo se aprecian en esta edificación sacra.
Fotografié el sagrario elaborado en plata, con gárgolas en cada una de las esquinas y colocado sobre el altar lateral de la iglesia.
Es una pieza de orfebrería tan bella como valiosa.
Por último, estuve mirando la presentación de Danzas que se realizaba en el acto cívico del Colegio Rosa Mesa de Mejía, un establecimiento con muy buenas instalaciones a dos cuadras del parque principal.
Se trata de una edificación pintoresca: los tres pisos del edificio están decorados con matas floridas.
A las doce del día terminé mi visita a Armenia y abordé el mismo bus de Gregorio en el que vine.
Por supuesto que saludé muy efusivamente al conductor, quien gustoso paró en varias ocasiones para que yo fotografiara las haciendas extendidas, una incluso con piscina, que se ven abajo de la carretera.
Luego de enfocar las fincas, le mostraba cada foto al chofer, de quien me despedí de mano y lo felicité por su buena conducción.
Mi recorrido terminó en El Chuscal, donde esperaré otro transporte para continuar hacia Heliconia.
Disfruté mucho de este viaje, sobre todo cuando Gregorio hacía sonar la trompeta en las curvas cerradas o le mandaba el bajo a los cambios, antes de una pendiente inclinada.
Estos buses viejos son más fogosos y mejor amortiguados que las busetas modernas.
El burgomaestre de Armenia hasta el 2019 es el señor Gabriel Jaime Barrera Castaño.
Una tierra hermosa, rica, gente amable y trabajadora y a tiro de piedra desde Medellín (50 kilómetros) pero que se vuelven eternos ya que la carretera es un desastre, sumado todo a la falta de oportunidad para sus moradores los cuales salen a otros lugares a buscar futuro. ¡No mas abandono!
Juanfer
Cierto, alrededores verdes muy bellos, pero el pueblo se está quedando sin habitantes por la falta de oportunidades. Saludos.
Favor , alguien podría informarme sobre los constructores del templo ?
Muchas gracias .🤔🤔🤔
A ver quién le pu8ede colaborar al señor Elkin. Saludos.