Aipe (Huila).

Viernes 4 de abril de 2014

A las siete y media de la mañana salí del Terminal de Neiva hacia Aipe, luego del cafecito con buñuelo que, cosa rara, estaba lo más de rico.

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Iglesia de los Dolores en Aipe.

Vamos por la troncal colombiana del sur hacia el norte, es decir en dirección a Bogotá. Pero Aipe está a solo 35 minutos de la capital huilense. La mañana está hermosa.

Me detengo a mirar las terminaciones de la cordillera central cuyo perfil ilumina el sol mañanero. A veces moras, otras veces picos, pero de todas formas, el contorno de la cordillera es caprichoso, irregular y bello.

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Planta parásita acosa los árboles.

Esta troncal es completamente plana y de muy pocas curvas. En algunos tramos, la floresta ha sido invadida por plantas trepadoras; se nota la incomodidad de los árboles, su desespero por librarse de esas plantas parásitas. Muchos tienen troncos de vetas negras y manchas blancas.

Ya cerca de Aipe pasamos por una estación donde hay varias camionetas de contratistas de Ecopetrol. Todas están pintadas de blanco, tienen barra anti-volco y son de doble cabina .

Antes del desvío de la troncal para entrar a Aipe, veo una réplica de la ‘Piedra Pintada’, en las afueras de un restaurante. Y frente al colegio del municipio, unas figuras coloridas, labradas en el talud. Ahora regresaré a observarlas.

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Interior de la iglesia aipuna.

La iglesia  Nuestra Señora de los Dolores de Aipe, de una sola torre, es bien bonita. Colonial y tan blanca como el azúcar, parece un bizcocho de novia.

Fui a la Casa Cural para que la abrieran y poderla fotografiar por dentro; al rato llegó el joven encargado. El interior es tan bonito y bien cuidado como la fachada. Me llama la atención la terminación en flor de cada una de las bancas, labradas en madera sólida.

El parque aipuno exhibe árboles de diferentes especies, tiene bancas suficientes y jardín bien cuidado. Varios ancianos se sientan a conversar entre amigos. Lástima las ventas de fritos tan desorganizadas, en el andén del parque. La plaza es tan amplia y plana como una cancha de fútbol.

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Árboles de distintas especies.

Un lugareño me cuenta que ‘cuesco’ es el fruto de una palma. Es que en la información turística que hay frente a la Alcaldía, se habla de una serie de manjares y preparativos a base de cuesco, como plato típico de la región.

En Rico Pan disfruto de un tinto con empanada. ¿En qué pueblo no hay una panadería con ese nombre? Y qué almacén, cuando celebra su aniversario, siempre en quincena, ¿no ofrece los regalos ‘para nuestros clientes?’ Eso pregona ahora la emisora local.

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Bahareque a la vista en casa humilde.

La Alcaldía se está terminando de remodelar. Le han colocado bellas lámparas en los muros, que se verán preciosas cuando las enciendan.

Mientras terminan los trabajos, la administración municipal funciona en varios locales, el principal de ellos la Casa del Café, una de las residencias más antiguas del pueblo.

Otro edificio que están terminando de construir en el marco de la plaza, es el del Concejo Municipal, que tendrá sede moderna de colores blanco y amarillo.

Las calles también reciben sombra de muchos árboles, sembrados a veces, a lado y lado de la vía.

Quedan en Aipe algunas casas antiguas y sencillas, con techo de zinc y tendido de hojas de palma, para contener el calor de la cubierta.

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Monumento en la Loma de la Virgen.

A pie caminé hasta ‘La Loma de la Virgen’, donde están las figuras de colores que observé a la entrada. Y sí, me gustaron, son réplicas de imágenes indígenas que hicieron estudiantes del colegio, liderados por Fulvio, un profesor que ya está jubilado.

Bueno, de esta forma dí por terminada mi visita a Aipe. Lo que sigue es contratar una moto-taxi que me arrime a la rivera del río Magdalena, para pasar al otro lado, donde queda el municipio de Villa Vieja, al cual pertenece el Desierto de la Tatacoa.

Y sí, un señor como de mi edad me llevó en su moto, despacio, con cuidado, lo más de bueno, como a

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Figuras esculpidas en el talud.

mí me gusta andar en motocicleta.  Los dos mil pesos solo alcanzaron hasta más allá del primer puente. El segundo está tan deteriorado que apenas si se puede caminar a pie, y eso que con mucho cuidado.

Me despedí del conductor y seguí solo, por un potrero con matas de espinas y completamente incomunicado.

La cosa es que el camino delgado que me llevaría hasta la orilla del Magdalena, a veces se bifurca. Yo continuaba por el sendero que veía con más pisadas.

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Río Magdalena cerca a Aipe.

No se advertía un alma por ahí, solo las lagartijas que corrían despavoridas, al sentir mis pisadas. Daba los pasos con cuidado para no aporrear mi dedo convaleciente. El sol era canicular. Ni siquiera vacas se veían.

De pronto sí, me asustó una lagartija grande que salió despavorida. Pero era tan bella… de un color verde claro intenso, casi fosforescente.

Así que para evadir el susto decidí dedicarme a contemplar tantas cosas bellas que había: el firmamento azul de nubes en tirones, la vegetación verde, las hojas secas del pasto.

Descansé cuando vi divisé a lo lejos el Río Magdalena, con un hermoso chamizo en la ribera.

Germán Vallejo

En este Blog publico relatos de mis viajes por Colombia y Antioquia. Desde el 2004 he realizado viajes, casi siempre solo, con pocos recursos y en transporte público. Estoy convencido que en un día soleado todo se ve más bonito, por lo que prefiero viajarenverano. Bienvenidos.

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