Acacías (Meta).
Viernes 23 de febrero de 2007:
A todo el que visite los Llanos, le recomiendo ir a Acacías; así como Restrepo, son pueblos con con cierta elegtancia, divertidos y de gente querida.
Esta vez viajo en una excursión organizada por un Caja de Compensación Familiar.
A 25 kilómetros al sur de Villavicencio está Acacías, la segunda ciudad del departamento del Meta.
Según el censo del 2005, en este municipio habitan en total 54.200 acacireños, de los cuales 44.800 viven en el centro urbano, y el resto: 9.500 habitan en las veredas.
Acacías tiene balnearios de río, muy provocativos y apropiados para esta zona con temperaturas medias de 27°. El Malecón Turístico es el más frecuentado por las familias del municipio.
Al llegar al pueblo nos bajamos en el parque, muy grande y agradable, ocupa el 86% de la plaza principal. A esta hora del medio día varios lugareños juegan una partida con un ajedrez de fichas gigantes, que está en todo el centro del parque.
Acacías es un municipio ordenado y de ambiente señorial. La plaza principal es un sitio acogedor, con cinco acacias preciosas que no solo dan sombra y abrigo permanente a los contertulios, sino que de ellas toma su nombre el pueblo. La calle principal es la carrera 23 que esta bastante arborizada.
Como la iglesia estaba cerrada, fui a la casa cural para pedir que nos dejaran entrar a lo cual el párroco me respondió:
‘Ah, estos paisas hombre! Claro que les voy a abrir la iglesia, con mucho gusto, como no…’
Cómo es de bueno sentir que la gente nos aprecia y ya ve, nos abren las puertas.
La iglesia de Acacías está consagrada a Nuestra Señora del Carmen. Exhibe arcos en forma de ojivas y columnas con capiteles góticos. El altar tiene ahora un fondo marrón que contrasta muy bien con el color oro de los decorados. El piso está protegido con mosaicos de figuras geométricas muy bonitas.
El día está encantador. Hay un sol canicular que hace subir los termómetros pero estando de paseo, uno soporta con alegría cualquier situación.
‘El amor y el humor
Son las dos alas del alma’.
Con esta frase escrita en la mampara del bus, nuestra guía Gilma María Yepes nos puso a reflexionar, al tiempo que nos motivó para pasar este día como lo hemos vivido: pleno de alegría y satisfacción.
Tal como se había planeado ayer, nos detuvimos a almorzar en el Parador y Restaurante La Talanquera, saliendo de Acacías hacia Guamal.
Casi todos habíamos encargado para comer: Cachama, un pescado que abunda en la región y que resultó muy bonito en el plato al lado de patacones y ensalada. Otros pidieron Mamona o Carne a la Llanera, los platos típicos de la región.
De todas maneras se ofrecen muy buenos comedores en estas carreteras. Y algo que nos ha llamado la atención es cómo, en cada restaurante al que hemos llegado, siempre está sonando música llanera, lo que demuestra un gran compromiso de los hoteleros con su región.
Incluso en algunos se ofrece música en vivo, acompañada por los tres instrumentos tradicionales: arpa, cuatro y maracas. La música llanera, que en el interior no se oye con frecuencia, acá se escucha espectacular y a todos nos encanta.
Ayer observábamos la danza del joropo, el baile representativo de los Llanos Orientales. Los atuendos típicos, el zapateo y el entusiasmo con que bailaban esos jóvenes, nos cautivaron.