Ábrego (Norte de Santander).
Viernes 25 de abril de 2014
Entre Cúcuta y Ábrego hay cinco horas de carretera. Después de aterrizar en el aeropuerto Camilo Daza, a las seis de la tarde salí del Terminal de Transportes de la capital nortesantandereana, en una buseta cómoda que, a media noche me dejará en Ábrego.
Voy feliz, no he dormido nada, pero tampoco me quiero perder el poco paisaje que veo a través del parabrisas y gracias a las farolas delanteras del bus. Ya me hice amigo del conductor y un colega suyo que va al lado. El chofer auxiliar decidió ejercer como mi guía turístico, así que se empeña en indicarme todo lo que me pueda interesar.
Ellos no sabían lo que significaba la tableta UN 1267, que llevan los carro-tanques que transportan petróleo crudo.
A la chica de al lado, que venía con frío debido al aire acondicionado, le presté mi camisa de manga larga que traía en el morral y, ahí sí pudo dormir. A mitad de camino, se vino señor aguacero.
Continuamos en ascenso hasta el alto de El Pozo. De ahí en adelante la bajada y, ya cerca de Ábrego, la carretera está en óptima condiciones, incluso con estoperoles fosforescentes a los lados.
Por fin, a las 10:50 de la noche, me bajé en la plaza principal de Ábrego, cuya panorámica se vio hermosa, cinco minutos antes de entrar al casco urbano.
La plaza está casi sola, lo primero fue buscar hotel. En el primero el timbre no funcionaba y en el Hotel Catatumbo, me abrió la dueña, la última en despertar después de tantas timbradas. Por $30.000 arrendé una habitación básica con baño y TV. De una, a descansar.
Sábado 26 de abril de 2014
A las cinco de la mañana me quitaron el sueño unos gallos lejanos, algunos como con gripa, pues cantaban muy ronco. Y a las 6:15 las campanas de la iglesia, llamando para misa de siete, me obligaron a dejar la cama. Tinto de cortesía en el Hotel y a salir a la calle, pues amaneció un día bello y soleado, justo el que necesito para conocer Ábrego y continuar en seguida hasta Ocaña.
Ábrego es un pueblo bonito, aunque con muy poco movimiento comercial. Como será que los paisanos que madrugaron a hacer negocios con verduras y frutas, se reúnen de pie, en una esquina del parque que lleva el nombre del patricio conservador: Guillermo Quintero Calderón.
Allí los comerciantes toman del tinto que les ofrece un vendedor ambulante, porque no hay Café en la esquina. Escasamente dos panaderías en el costado opuesto. Y es que en Ábrego no hay plaza de mercado, solo algunas ventas en la acera, por los lados de la 18.
Decora la plaza una casa antigua y de diseño hermoso, que tiene jardín al frente. Un par de piedras de molino grandes y antiguas, engalanan el ingreso. También rosales florecidos. La casa tiene verja y un corredor con anexo, a manera de bienvenida. Allí habita la familia Arévalo Álvarez, según se lee en la placa de la puerta.
El plano de Ábrego es lo más rectilíneo y bien trazado. En el centro del parque principal, está el hermoso monumento con la estatua de Mercedes de Ábrego, la heroína que le dio nombre al pueblo.
La mujer se ve con las manos atadas atrás, su cabeza erguida y en actitud desafiante, antes de su fusilamiento.
Lo menos bueno es que todo el tráfico pesado de la carretera que va de Cúcuta a Ocaña, pasa por la plaza de Ábrego. Apenas ahora iniciaron la construcción de la variante, trabajos que en este momento, están detenidos.
La Iglesia parroquial de Santa Bárbara, es muy bonita y mejor cuidada. Cerca del altar se aprecia una decoración en madera muy sobria. Cuando entré a conocerla, todos los fieles que esperaban la misa de siete, estuvieron pendientes de ‘ese señor forastero que está tomando fotos’.
La Alcaldía, de dos plantas, está también sobre el marco de la plaza. Este municipio tiene una forma rectangular muy definida, como se puede ver en la foto aérea que encontré en Internet.
Ábrego tiene ruta de transporte urbano que recorre la ciudad de un extremo a otro. Bueno, pues lo mejor para un viajero que no debe forzar sus rodillas, es tomar por $1.000 que cuesta el pasaje, la buseta que va hasta la Estancia, regresa al parque y continúa hasta la 18.
Yendo hacia la Estancia, pasamos por el otro parque, el de Bolívar, en donde hay una cancha cubierta y juegos infantiles.
Como voy a su lado, rápidamente hago buenas migas con el conductor, un campesino que tuvo que dejar de cultivar cebolla cabezona, debido a los bajos precios del producto, que traen del Perú.
No obstante, en los años que estuvo cultivando, el hombre pudo ahorrar suficiente para comprar su casita, en la cual vive con la familia. Su sueño ahora, es hacerse a una buseta para trabajarla con mayor rentabilidad.
Por acá todavía se vende gasolina venezolana a $6.000 el galón, mientras que la colombiana está como a $8.400. En el extremo del pueblo está La Estancia, un poblado de apenas cinco casas. Allí nos devolvimos, para pasar luego por lo que aquí llaman ‘la Universidad’, que no es más que una casa grande donde dan clases los profesores de alguna institución cucuteña de educación superior.
Más adelante vimos el Hotel El Laguito, un hospedaje construido recientemente para tracto-muleros. En seguida hay otra iglesia, pequeña, construida en 1.998, y dedicada al Divino Niño.
Por los lados del río Oroque, está la entrada al Embalse del mismo nombre, que queda a unos cinco kilómetros del pueblo. Y por allá se encuentra también, el Pozo del Burro, un sitio en el cual, según cuenta la leyenda, se ahogó un burro cargado de oro. En las noches, el rebuzne del animal, asusta a los moradores.
Mientras tanto, se escucha en el radio la canción ‘Soy abreguense’, que exalta las bondades de este municipio y, como siempre, la belleza de sus mujeres.
De la plaza principal, continuamos hacia la 18, en la otra punta del pueblo. Por allí se construyen 300 casas gratis, de las que ha ofrecido el gobierno Santos, ahora cuando se encuentra en campaña presidencial.
Y en un pequeño parque, hasta el cual llega la buseta, se ve la imagen de la Virgen del Carmen, y el monumento a las cebollas, que hasta la llegada de las importaciones peruanas, fue el principal producto de la economía abreguense.
Antes de la plaza me despedí de mi amigo, el conductor de la buseta y alquilé una moto taxi que me llevó al barrio San Antonio, en donde hay un monumento alto a la virgen. Por solo dos mil pesos, el hombre fue mi guía, conductor y fotógrafo particular. No es mucho lo que se observa del pueblo desde ese sitio.
Lo que sí me impresionó favorablemente, fue el Asilo de Ancianos que construyeron a un lado, en una casa grande con corredores y, lo mejor, que me recuerda a mi papá, una extensa huerta al frente, con cultivo de hortalizas e incluso, vaca lechera al lado.
Qué maravilla y con cuánta tranquilidad viven acá los viejitos. Felicitaciones a quien se acordó de ellos y les construyó semejante edén.
En este pueblo, como en toda la región, también se ven muchas motos. Algunas con placas venezolanas que se compran a menos precio que las nacionales.
A las nueve de la mañana, luego de mi porción de papaya, termino mi visita a Ábrego, pueblo que conocí muy bien. El haber traído el morral no tan lleno, fue un acierto, máxime si, como parece, deberé anticipar el regreso a Medellín, debido al Paro Agrario.
Me faltó conocer la Casa de la Cultura Dubis Ditta Altamar que, según cuentan, ocupa una casa antigua con más de cien años de construida.
Por la salida para Ocaña está lo que aquí llaman el estadio Hermes Antonio Vergel, con un malecón que lo rodea. Desde ahí se ve allá arriba, el ‘Alto de la Cruz’, como yo lo llamaría.
También se encuentra por ahí el Parque Recreacional El Tun Tun, hasta donde llegan busetas de servicio público los fines de semana.
Ábrego tiene en total 35 mil habitantes, 15 mil en el pueblo y 20 mil en el campo. El alcalde hasta el 2019 es el señor Huber Darío Sánchez Ortega.