Circuito Centro-Occidente de Caldas.
Lunes 29 de enero de 2018
Filadelfia y La Merced.
Los invito a que me acompañen en un recorrido circular por dos pueblos del centro-occidente del departamento de Caldas.
Después de visitar Riosucio y Supía, me propuse dar la vuelta por Filadelfia y La Merced, regresando al punto de partida que fue el corregimiento La Felisa.
Es un viaje corto pero interesante, que se hace en un día y mejor en transporte público.
La carretera entre Filadelfia y La Meced no está pavimentada, pero hay camperos Willys que prestan el servicio entre los dos municipios caldenses.
Si se quisiera dar la vuelta en auto particular, sería mejor hacerlo en camioneta 4×4, aunque en estos días de verano la vía tiene piso seco y firme.
En Campero Willys.
Llegué a La Felisa a eso de las nueve de la mañana y de inmediato abordé el campero de don Hernán, un Willys modelo 70 que, en media hora y por $8.000, me dejó en Filadelfia. Durante todo el recorrido, yo fui el único pasajero.
Ahora cuando los buses que van para Manizales se tienen que ir por esta ruta, se ha incrementado la oferta de transporte y los dueños de los camperos están viviendo una época de vacas flacas.
Durante un mes estará cerrado el puente de Irra y no se podrá circular por esa ruta que es más corta y amplia.
El viaje hasta Filadelfia es por carretera pavimentada, en buen estado, con paisajes muy hermosos y casi toda en ascenso.
Lástima que predominan los potreros extensos con poco ganado y solo cerca a Filadelfia se ven sembrados de caña de azúcar, café plátano y algunos criaderos de peces.
Don Hernán me cuenta que a una hora a pie de la carretera está el Cañón de los Guácharos, un interesante atractivo de naturaleza.
Primera parada: Filadelfia.
Llegué a media mañana a Filadelfia, un pueblo en el cual estuve por primera vez hace nueve años.
Lo primero fue fotografiar los vitrales originales y de gran formato que decoran el presbiterio de la iglesia.
Lo que más me gusta del centro de Filadelfia, son las mesas y sillas que hay en los costados oriental y norte, del marco de la plaza.
Es muy agradable sentarse allí a tomar tinto, ver pasar la gente y los carros que van para Manizales.
Filadelfia es un pueblo como estancado. En nueve años es muy poco lo que ha cambiado, solo algunas fachadas pintadas con colores diferentes.
Tramo destapado.
Al medio día salí hacia La Meced,esta vez también como único pasajero en otro campero Willys. De Filadelfia se sale por el Cementerio, el Estadio y el Coliseo.
El pasaje hasta La Merced cuesta $8.600 para una hora y cuarto de recorrido, esta vez por carretera destapada pero con piso firme.
Al final le pagué diez mil pesos al conductor, pues fue muy amable y tuvo a bien hacer algunas paradas para fotografiar fincas preciosas, montañas verdes o casas de dos pisos con corredores de barandas.
Esta es una vía muy agradable para divisar los alrededores verdes, como casi todas las vías terciarias de las zonas cafeteras.
Luego de salir de Filadelfia, se baja hasta el puente sobre el río Maibá y en seguida comienza el ascenso sostenido hasta La Merced, que no se divisa antes de llegar.
Segunda parada: La Merced.
Entrando al pueblo es cuando se ven las torres encumbradas de la iglesia en honor de la Virgen de La Merced, patrona del municipio.
A la 1:15 salieron los estudiantes que tanto embellecen y alegran las calles del pueblo.
La Merced no disimula su falta de espacio. Se ve un poco apeñuscado; el casco urbano, fue construido en laderas, pero el pueblo me impresionó por la limpieza de sus calles.
En seguida de la iglesia hay un negocio con mesas y sillas decentes para sentarse a tomar café y disfrutar del ambiente pueblerino.
Hasta las tres de la tarde no sale campero para la Felisa, entonces desde las dos comencé a bajar a pie en esa dirección.
Fotografié el peladero que han dejado las minas de Marmato y que se ve muy bien en la cordillera del frente.
Debajo de la montaña de entrañas abiertas se distingue el poblado de El Llano hacia el cual se proponen trasladar el pueblo, antes de que ocurra una catástrofe en el casco urbano de Marmato.
El subsuelo ha sido perforado para sacar oro desde los tiempos de la Colonia, así que es un pueblo que amenaza hundirse.
En el balcón de una casa han puesto a secar la ropa que lavaron esta mañana. Ahí están los blue jeans de Sebastián, la camisa de trabajo de Arturo, la toalla con la que se seca el abuelo y las camisas blancas que fueron lavadas aparte de la ropa de color.
‘De resto, los blue jeans de los muchachos que se cambian ropa todo el día, como si fueran ellos los que la lavaran’.
A un lado del balcón comparten espacio sobre la baranda, las materas con novios y bifloras coloridas.
En el Cuerpo de Bomberos fotografié un bello camión Fargo modelo 54 que está en muy buen estado de latas y motor. Todavía presta servicio en la estación.
Regreso en Auto-Stop.
‘El que busca encuentra’: no había caminado gran cosa por el pavimento, cuando me recogió un joven manizalita de 31 años en su camioneta Kia.
Mi anfitrión es un muchacho muy interesante, emprendedor como ninguno, pues ya tiene una empresa constructora.
Las ramas de los árboles dibujan sobre el pavimento, una impresión de sus formas. En el firmamento azul solo se ven nubes bajas.
Mi amigo de la Kia también detuvo la marcha varias veces para que yo fotografiara parajes muy bellos. El verde claro de los potreros contrasta con el más intenso de las montañas.
Los guaduales crespos bajo un firmamento de pocas nubes es de las cosas que más admiro en las zonas cafeteras.
Este circuito es muy recomendado para quienes disfrutan de paisajes naturales y de montaña.
Los cultivos y potreros se delimitan con arbustos de mata-ratón, lo cual le da un aspecto craquelado a las laderas.
Y en algunos tramos de la carretera el borde se protege con palos de nogal, de esos con vetas grises que los hacen inconfundibles.
A las 3:30 el amigo me dejó en La Felisa, reclamé el morral donde doña Marina y en seguida viaje a Medellín en una buseta de la empresa AutoLegal.
No, qué maravilla de paseo este, haciendo la ‘O’ por tres poblaciones caldenses y con sorpresas maravillosas, como el descenso a la Felisa en auto-stop. ¡Que se repita!